Javier Park-Doob
4 de febrero, 1995

El Monstruo Solitario

........El monstruo camina en la calle, dejando cráteres en la acera. La gente de la ciudad de Tampocoloco se va corriendo enfrente de él, como animales que huyen de un fuego del bosque. Con cada gran ¡púm! de sus pasos se oye la gente chillando con un terror animal. Con los ojos rojos y luminosos, el monstruo lleva una bola negra en la mano derecha sobre su cabeza espinosa, como si vaya a lanzarla para aplastar a las personas menudas que están echando a correr debajo su sombra torcida.

........La pesadilla viviente sigue caminando, hasta se encuentra cercado por un grupo de soldados y vehículos militares. El ejército se adelante con sus rifles y lanzadores, y en un momento el aire está lleno con balas, granadas, y un humo denso. El monstruo gruñe con sorpresa, y deja caer su bola oscura, que brinca sobre las piedras mientras bombas explotan contra el pellejo duro del monstruo velludo. Un grito horrible de pena y rabia emite de la garganta gruesa, y el monstruo escupe un estallido de fuego al ejército antipático. La última pensamiento de los soldados, antes de su muerte ardiente, es que el encarnamiento del infierno ha venido para traer las almas al diablo.

........Corriendo de la escena de destrucción, el monstruo emite gritos ahogados, y casi parece que está llorando. Finalmente se sienta en un carro, que se pone aplastado por el gran peso. En todo el mundo, el monstruo es completamente solo, sin amigos o familia. Después de un rato, ve a una niña que está acercándose a él en la calle vacía. La chiquitina ha estado llevando la bola negra (casi pesa demasiado para ella) y al encontrarse enfrente del monstruo, deja que la bola gire a los pies del gigante triste. Los ojos rojos miran a la niña antentamente y ella da una sonrisa honesta, sin miedo, mientras se le extende la mano a la monstruosidad sentado en el carro. Se toman las manos, y se van al parque para jugar con la bola.